martes, 14 de septiembre de 2010

Avance: escena de acción del próximo Alatriste.

Lector Iracundo ha tenido acceso a una presunta escena de acción del próximo engendro alatristero de Arturo Pérez Reverte:

«Los hombres, tras subir aquella montaña, alta como Dios la había parido, estaban todos “uf, uf” y “aah, aah”, y sus armas rebotaban contra sus armaduras –cling, cling–. Alatriste iba leyendo una epístola que Quevedo le había enviado, meneando el mostacho al ritmo de cada sílaba tónica y con el jactancioso porte de quien conoce a alguien que será alguien. Yo caminaba tragándome un tomo del Quijote y cascándome los dedos de los pies contra cada piedra del camino. Garrote iba diciendo tacos y metiéndose el dedo en la nariz –ris, ris–. Nuestros españoles pasos resonaban en el camino que era todo “cloc, cloc” y arboles “fush, fush” con algún que otro animal “cuu–cuu”.
De pronto aparecieron aquellos hadeputas, corriendo hacia nosotros en un tropel de espadas, dagas, cuchillos, palos, pistolas, mosquetes, botas, botones, pantalones, calzoncillos, petos, armaduras, cascos, sombreros, morriones, correajes, flecos, borlas, plumas, bombonas del butano, etc...
Vive Dios que era bien cierto que no por mucho madrugar amanece más temprano, que no todo el monte es orégano, que de bien nacidos es ser agradecidos, que ojo por ojo, diente por diente, que hoy por ti y mañana por mí, que la ocasión la pintan calva y que aquello era oro del que cagó el moro.
Nos preparamos para la batalla de nuestras vidas. Eran ellos o nosotros. La bandera ondeaba al viento, las espadas relucían al sol, las vainas caían a tierra, los cuescos subían al cielo.
–¡Cierra, cierra...! ¡Cierra España! –soltó uno.
–¡Hostiaputacagüendios! –blasfemó aquelotro.
Nos lanzamos contra ellos.

[Hueco en blanco de un espacio aproximado de tres líneas]

Fue la batalla de nuestras vidas. Una vez nos los hubimos cargado a todos, continuamos el viaje.»

Probablemente se trata de un error, ya que resulta extraño que un autor de pretendidas novelas de aventuras escamotee de tal modo la acción de las suyas.

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