martes, 3 de marzo de 2009

El secreto talento de Pérez Reverte.

Vuelvo sobre esta entrevista, porque abundaba en mayor cantidad de material del que había creído en un principio:


«Me descojono cuando leo una novela en la que se dice que el escritor ha hecho un alarde estructural... Digo, pero, vamos a ver, ¿está diciendo lo listo que es? No hay que enseñar la carpintería. Yo una vez que he hecho la casa quito el andamio, retiro la estructura.»


Cabe preguntarse de qué carpinterías está hablando Pérez, ¿sabrá lo que está diciendo? Una vez terminada una novela suya, ¿Pérez comienza a retirar tablones y a extraer clavos?, ¿a desmontar las barras de hierro que forman su estructura?, ¿a echarse al hombro los metros de cableado sobrante? ¿Sabría Pérez explicarnos qué es exactamente lo que retira?


¡Pero si no desecha ni una cita, ni un soneto, ni un solo elemento histórico! Y, en el temible caso de que haya desechado bastantes, ¡ay de aquel que se tope con tal montaña!


Sin embargo, lo mejor se encuentra justo en la respuesta a la pregunta siguiente:


«Una vez hecha la estructura me pongo a escribir... Una estructura no es rígida, la rompes, la modificas... Son mecanos, hasta lingüísticos. El novelista, si tiene talento, ha de ocultarlo. Y justamente el error del novelista es cuando no lo oculta.»


¡He aquí el truco de Pérez! ¡El porqué de que sus novelas sean como son! ¡Pérez está ocultando su talento! ¡Menudo pillastre! Pérez se hace el tontuelo, ha calado la cultura española a la perfección: nos hallamos ante un Profesor Moriarty con piel de Gump.


Finalmente, sus múltiples hitos de la tontuna se nos desvelan como actos de la más suprema y elevada de las inteligencias.

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